Es bueno en nuestro mundo ajetreado, donde todo vale sin esfuerzo, pararnos, de vez en cuando, para analizar y ver de donde vienen los problemas, las crisis.
Conceptuemos la política, podemos hacerlo como aquella práctica que se ocupa de gestionar, de resolver los conflictos colectivos y de crear coherencia social, y su resultado son decisiones obligatorias para todos. Un noble arte, en principio, para que todos vivamos mejor colectivamente.
El término estética deriva de la palabra griega aisthesis, que significa sensación, conocimiento obtenido a través de la experiencia sensible. En un lenguaje más coloquial podríamos decir que es la búsqueda de la sensación de armonía y de lo bello.
Pasemos estos conceptos al tamiz de la realidad actual, la política se ha convertido en campañas publicitarias, perdiéndose el sentido de arte, más preocupada en los meros resultados de las elecciones que en la gestión y en la resolución de los conflictos. Ejemplo, ya no hay los denominados temas de estado (principios de política de educación, terrorismo, etc.) sino que todo esta sujeto a ser “tiesto” que sirva para ser arrojado a la cabeza del contrario. Podría dar ejemplos, de andar por casa, vamos de nuestra tierra, donde las posturas se cambian dependiendo de donde se este en el tablero, en el poder o en la oposición (véase en las hemerotecas la historia de la autopista Cádiz-Sevilla en relación al PP y PSOE, daría para varias letras carnavalescas).
Pero lo malo es que si preguntamos a muchos ciudadanos sobre la política indica que es algo que les repele, algo feo, podrían definirlo como algo antiestético.
Esto no fue siempre así, basta recordar la época de la transición, donde la estética de la lucha por las libertades e incluso la estética de los continuistas brillaba, se luchaba por ideales, se luchaba desde donde se creía, así escuchar a políticos de un extremo a otro del arco parlamentario apasionaba, producía sensaciones positivas, había una estética en la política.
La perdida de la estético de la política, afortunadamente no totalmente, es la crisis de la democracia pues entonces no se cree en la política, a lo más se cree en meros intereses particulares no en los colectivos, un peligro para la verdadera democracia.
La política también tiene una misión de pedagogía social, el ciudadano imita lo que ve a sus “próceres”, que se supone que son una referencia, pero cuando no existe la estética lo que se enseña es la antiestética, y eso es lo que esta ocurriendo. Me explico, corruptelas urbanísticas, condena a alcaldes por desobediencia a la justicia que se jactan de ello, ministro cazando como un nuevo Generalísimo con las fuerzas vivas, el abuso de cochazos oficiales y de despachos, ostentaciones de nuevos ricos, etc.
Si de verdad apostamos por avanzar en la democracia, debemos provocar un regeneracionismo de la política, con una pedagogía que debe de empezar por la estética, por buscar la armonía, lo bello, para que el ciudadano se vuelva acercar a ella, no sólo a votar en las elecciones según las campañas mediáticas, para que vuelvan la luchas e ideas. La crisis que tenemos no es sólo económica, sino una crisis de modelo de sociedad, de principios y valores, de una sociedad de “horteras” preocupados en tener en el día de hoy pero sin saber lo que iban a ser el día siguiente, y habrá que buscar un modelo mejor para las próximas generaciones. Preocupémonos de dar da comer y trabajo ahora pero también pongamos los cimientos de otra modelo social para que no se vuelvan a producir en el futuro estas crisis.
RAMON SANCHEZ HEREDIA
Conceptuemos la política, podemos hacerlo como aquella práctica que se ocupa de gestionar, de resolver los conflictos colectivos y de crear coherencia social, y su resultado son decisiones obligatorias para todos. Un noble arte, en principio, para que todos vivamos mejor colectivamente.
El término estética deriva de la palabra griega aisthesis, que significa sensación, conocimiento obtenido a través de la experiencia sensible. En un lenguaje más coloquial podríamos decir que es la búsqueda de la sensación de armonía y de lo bello.
Pasemos estos conceptos al tamiz de la realidad actual, la política se ha convertido en campañas publicitarias, perdiéndose el sentido de arte, más preocupada en los meros resultados de las elecciones que en la gestión y en la resolución de los conflictos. Ejemplo, ya no hay los denominados temas de estado (principios de política de educación, terrorismo, etc.) sino que todo esta sujeto a ser “tiesto” que sirva para ser arrojado a la cabeza del contrario. Podría dar ejemplos, de andar por casa, vamos de nuestra tierra, donde las posturas se cambian dependiendo de donde se este en el tablero, en el poder o en la oposición (véase en las hemerotecas la historia de la autopista Cádiz-Sevilla en relación al PP y PSOE, daría para varias letras carnavalescas).
Pero lo malo es que si preguntamos a muchos ciudadanos sobre la política indica que es algo que les repele, algo feo, podrían definirlo como algo antiestético.
Esto no fue siempre así, basta recordar la época de la transición, donde la estética de la lucha por las libertades e incluso la estética de los continuistas brillaba, se luchaba por ideales, se luchaba desde donde se creía, así escuchar a políticos de un extremo a otro del arco parlamentario apasionaba, producía sensaciones positivas, había una estética en la política.
La perdida de la estético de la política, afortunadamente no totalmente, es la crisis de la democracia pues entonces no se cree en la política, a lo más se cree en meros intereses particulares no en los colectivos, un peligro para la verdadera democracia.
La política también tiene una misión de pedagogía social, el ciudadano imita lo que ve a sus “próceres”, que se supone que son una referencia, pero cuando no existe la estética lo que se enseña es la antiestética, y eso es lo que esta ocurriendo. Me explico, corruptelas urbanísticas, condena a alcaldes por desobediencia a la justicia que se jactan de ello, ministro cazando como un nuevo Generalísimo con las fuerzas vivas, el abuso de cochazos oficiales y de despachos, ostentaciones de nuevos ricos, etc.
Si de verdad apostamos por avanzar en la democracia, debemos provocar un regeneracionismo de la política, con una pedagogía que debe de empezar por la estética, por buscar la armonía, lo bello, para que el ciudadano se vuelva acercar a ella, no sólo a votar en las elecciones según las campañas mediáticas, para que vuelvan la luchas e ideas. La crisis que tenemos no es sólo económica, sino una crisis de modelo de sociedad, de principios y valores, de una sociedad de “horteras” preocupados en tener en el día de hoy pero sin saber lo que iban a ser el día siguiente, y habrá que buscar un modelo mejor para las próximas generaciones. Preocupémonos de dar da comer y trabajo ahora pero también pongamos los cimientos de otra modelo social para que no se vuelvan a producir en el futuro estas crisis.
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